Nuestro medio cultural está dominado por la ética del sacrificio y la renuncia. Los sujetos esperan encontrar con ello la paz de sus conciencias pero lo que encuentran es una mayor severidad. Encuentran la exigencia a imponerse renuncias mayores.
Es cierto que no hay vida sin sufrimiento pero el sacrificio y la queja son solo expresión de un masoquismo motivado muchas veces por fuertes sentimientos de culpa, conscientes o no.
Uno no nace así, se hace y dado que "se hace" tiene la posibilidad de cambiar y encontrar la satisfacción de esa aspiración que muchas personas enuncian como "quiero estar en paz conmigo mismo".
Con frecuencia el sacrificio y la renuncia se nos presentan como máxima expresión del amor pero en ningún caso son condición de amor ni prueba de ello.
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